Centroamérica cuenta reunió durante el desarrollo de su quinta edición la presencia de nombres representativos de la
literatura actual, como es el caso de Piedad Bonnett Poeta y escritora
colombiana, y los escritores españoles Manuel Jabois y Jesús Marchamalo.
En esa ocasión el escenario fue el Centro Cultural Pablo
Antonio Cuadra, lugar donde los escritores sostuvieron un conversatorio con el periodista español Iker
Seisdedos, quien figuró como moderador.
Escribir desde o sobre el dolor, fue el tema de la velada,
partiendo de las siguientes preguntas: ¿Cómo se escribe desde el dolor? ¿Puede
la literatura alcanzar propiedades terapéuticas? ¿Qué lleva a un autor a hablar
públicamente de temas dolorosos que pertenecen a su intimidad?
La primera intervención fue de Piedad Bonnett autora del
libro “Lo que no tiene nombre”, título que escogió la poeta para narrar una
tragedia que la dejó sin palabras. Su hijo Daniel, un prometedor artista de 28
años se había suicidado un fin de semana de mayo del 2011; dos días después que ella había recibido un
premio literario.
“La historia de Daniel encerraba un espíritu trágico semejante al de las historias
griegas, porque se trataba de una especie de destino, un destino concebido de
una manera moderna: es decir algo que no se explica por la voluntad de nadie si
no como un sin sentido de la vida, algo que cae como un rayo sobre el ser
humano y de un esfuerzo brutal del protagonista por vencer ese destino (…) Yo sentí que era una historia con un
enorme sentido, que merecía ser contada” expresa la escritora, haciendo una
referencia a dicha tragedia.
Bonnet afirma que al inicio vaciló acerca de escribir o no
este suceso, pero luego reflexionó e hizo al final de cuenta, lo que hace en la vida: Contar. “No lo
escribí para sanarme, sino para
recuperar a ese hijo, decirme de alguna manera quien era él, volver a tenerlo a
través de las palabras” “La literatura es entre otras cosas compensación”
“Escribí con serenidad porque lo acepté”
asevera la escritora, quien más adelante en otra de sus intervenciones
habló del suicidio como un derecho individual y personal.
Lo cierto es que el suicidio es un tema tabú en nuestra
sociedad, porque normalmente se piensa que el individuo es un ser egoísta,
transgresor del sexto mandamiento por lo tanto no merece cristiana sepultura.
Muchos son quienes tienen y defienden esta concepción en contra posición de
quienes lo reconocen como un derecho.
Por su parte Manuel Jabois nos cuenta su experiencia como
periodista y nos habla acerca de su obra
“La Estación violenta” la cual finalmente puede catalogarse como una
crónica fría y desapegada que puede llevarnos a la confusión por la objetivad
con la que se escribe.
“Cuando hablamos del dolor, lo hablo desde el punto de vista
periodístico. Considero que uno debe hacerlo no apegado a la cursilería, a la
adjetivación fácil ni a las lágrimas. No me gusta ese tipo de periodismo, no es
ese modo de contar las cosas” afirma
Jabois.
Jabois asevera que se ha mantenido bastante alejado del
dolor y defiende en la medida de lo posible la idea que el periodista no debe
cambiar el mundo, si no presentarlo tal y como es.
El periodista reporta
dolor, tristeza, desesperación, frustración, y el hecho de que el dolor sea ajeno no significa
que no afecte al periodista, en situaciones difíciles las penas de otros se
convierten en propias, de una manera diferente indudablemente. Sin embargo, en
ocasiones la actitud de temor y negación por parte de los periodistas de ser
protagonistas de las experiencias dolorosas que otros están enfrentando, los
obliga involuntariamente a perder algún tipo de empatía con el afectado, no es
el caso de Manuel Jabois que prefiere
contar el dolor dándole más importancia al desarrollo del acontecimiento sin caer un reportaje lastimero.
Jesús Marchamalo en su intervención brindó una gran lista de
libros de escritores y ensayistas que
sostuvieron el dolor entre sus líneas, el dolor vivido por la experiencia y el
dolor que algunos sobrellevan como resultado del ejercicio de la escritura.
A través de sus años de lectura ha descubierto que la
literatura que proviene del dolor es una literatura más honda, más profunda y
cuenta con mayor prestigio que la literatura creada por aquellos que gozan el
escribir.
No faltó la mención de algunos escritores, ensayista y poetas
que después de largas sesiones de
lecturas, recitales poéticos, y exposiciones de narrativa decidieron ser parte de la lista sangrienta y
dolorosa de quienes reclaman para sí el
derecho de dar por finalizada su existencia.
Lo cierto es que la literatura también es el sitio preciso donde podemos mirar hacia atrás y
describir el horror, el lugar donde podemos asomarnos al abismo y sostenernos
sin caer.
Por todo lo anterior,
no podemos negar que la literatura es y será una deslumbrante
exploración del dolor, propio y ajeno. Un dolor que nos hace identificarnos,
encontrarnos, vivirlo plenamente y finalmente contarlo.
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